Es obvio, no elegimos de quien nos enamoramos y siempre que lo hacemos no suele ser fácil estar con la otra persona.. Tras conseguir su número, teniendo mucha suerte, se aproximaba una dosis de realidad, ella no estaba soltera, como era de esperar, estuvo con un amigo, pero sinceramente se veía que no iban a llegar a nada. Tuve que esperar hasta febrero donde la volví a ver, pero ya todo era diferente, sin saber por qué comenzamos a hablar, como aquellos amigos que llevan sin verse cierto tiempo. Ella me contaba como había pasado el verano, lo que estudiaba, lo que necesitaba en ese momento; creo sinceramente que pocas veces he estado tan agusto como aquel día, el problema era todo el tiempo que había tenido que esperar para poder llegar a estar con ella, tanto tiempo que asumí que solo llegaríamos a ser amigos.
Poco a poco nos introducimos en marzo, donde una noche, hablando como era habitual entre nosotros, la noté rara, estaba triste o eso parecía, pero tenia claro que ella nunca me diría lo que sucedía, no por no tener la suficiente confianza, sino porque ella nunca quería preocuparme, tampoco es la clase de chicas que se intentan hacer las interesantes a través de la pena. La única solución que encontré, fue llamarla; llamarla para intentar sonsacarle lo que la sucedía y aunque no fue fácil y tras más de una hora de intentos, me lo contó, y aunque visto desde fuera parezca una tontería, esa llamada ayudó más de lo que pensáis en nuestra historia. Después de esa llamada aparentemente tonta, todos los días de ese mes, nos empezamos a llamar, cada vez que nos veíamos, surgía mayor complicidad, la cual desembocó en un acercamiento por parte de ambos; eramos como novios pero sin ser nada, confiábamos plenamente el uno en el otro, nada de celos, alguna pelea o riña pero con una fácil reconciliación. Aunque parecía que todo se desarrollaba de la mejor manera posible, la cosa cambiaría en nuestra historia, sobre todo porque había demasiada gente que intentaba hacer todo lo posible porque aquella relación no funcionase, y aunque ella y yo pensamos que nunca nos afectaría ese tipo de personas, la realidad fue muy distinta...
Autor: Sergio García